jueves, 28 de junio de 2007

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miércoles, 27 de junio de 2007

Últimamente le costaba dormirse y había adquirido la costumbre de repasar mentalmente todo lo que había hecho durante el día. Le gustaba la sensación liberadora que tenía al hacerlo, como si borrara todas y cada una de las entradas de su apretada agenda. Se imaginaba el dibujo azul de su letra desescribiéndose como si deshiciera punto a punto un bordado. Hoy tenía esa sensación inacabada como si le hubiese quedado algo por hacer. Ya se había levantado pensando que se le olvidaba algo, pero qué sería…

”Veamos, hoy me he levantado y sabía que se me olvidaba algo. Calculo que habré estado como una hora removiendo el azúcar en mi taza de café porque cuando me lo he tomado estaba frío otra vez. Quería ir a algún sitio, creo. Pero dónde… al final me he subido a un taxi pensando que me iluminaría en el momento exacto de decirle al taxista la dirección, pero no ha sido así. Me he bajado del taxi y supongo que habré estado caminando en círculo un buen rato porque es lo que dicen que hago cuando estoy concentrado. Yo no lo sé porque no me veo. Me he subido a otro taxi y le he dicho que arrancara, confiando esta vez en que se iluminara el taxista, pero tampoco. La situación se ha puesto un poco tensa y yo no quería ir a cualquier lado, sólo quería saber adónde tenía que ir. Estas situaciones me agobian, así que le he pedido al taxista que fuera hasta una rotonda, la que sea, y que diera vueltas. Lo ha hecho por una media hora hasta que me ha sacado del taxi gritando que nunca más me subiera a él. Yo también estaba un poco mareado, he tenido que luchar mucho por seguir concentrado en averiguar adónde tenía que ir hoy en lugar de pensar que estaba en una lavadora, programa de centrifugado. Me he puesto a caminar y he llegado frente a la pista de patinaje sobre hielo. Me he dado cuenta de que es un buen lugar para reflexionar y dar vueltas a mi antojo, así que entro. Efectivamente, en cuanto me pongo los patines entro en un estado de concentración absoluto y consigo olvidarme de que soy el único adulto en medio de un montón de niñas vestidas con maillot rosa haciendo piruetas imposibles…pero ni así, qué fastidio, odio cuando no puedo acordarme de algo…”

El sueño le alcanzó mientras se imaginaba el extraño recorrido de su día desde muy, muy arriba.

“Es una suerte que mi sombra no sea de tinta”, pensó. “Hoy no he sido más que un garabato”.


El perro volador creyó que había chocado con el sol en uno de sus viajes, pero en realidad fue impactado por el flash de la cámara de fotos de un joven enamorado de su flamante y reluciente coche nuevo.

martes, 26 de junio de 2007

Desde niña soñaba con volar, abrir las alas y curiosear por los tejados del mundo. Pero esta vez no, esta vez soñó que iba en tren al paraíso.
Bueno, tal vez no fuese “el” paraíso pero desde luego ese lugar merecería serlo: arena blanca, playas increíbles, agua cristalina, palmeras, cocos, nadie en kilómetros a la redonda…
- “qué lástima que sólo sea un sueño”, pensó.

El sueño fue tan reparador que al despertar todo le pareció maravilloso: qué importaba abrir los ojos y tener el pelo mojado, o que la cama estuviese inexplicablemente llena de arena…

Lo único que le pareció raro fue ese billete de tren en la mano. No el hecho de levantarse y tener algo en la mano, ya estaba acostumbrada tras una vida entera siendo sonámbula, pero era la primera vez que el billete en cuestión no era de cercanías: éste parecía estar escrito en sánscrito… sólo podía entender el destino: varkala, y la categoría: “sleepers class”.
«Con mi vestido de lunares, la vida no es gris»

lunes, 25 de junio de 2007

«Me gusta inventarme palabras : fodariño, rataplàn, sirsiciense, fatolec...»

jueves, 21 de junio de 2007

El verano anterior había sido extremadamente caluroso. Tanto, que el mismo sol se deshizo en doradas gotitas de sudor. Como siempre, los hombres pensaron que, simplemente, llovía.
Pero al llegar la siguiente primavera, ocurrió algo inaudito:
El mundo se inundó de diminutas y doradas flores amarillas, de flores de sol.
Cuenta la leyenda que durante mucho, mucho tiempo, los pintores de la place du Tertre creìan firmemente que alguien pintaba a mano las miradas de las fotografìas.
- Si no le importa, tengo una última pregunta…

- Adelante.

- ¿Recuerda usted el momento exacto en que se dio cuenta que no era más que una imagen fotográfica?

- Bueno, fue más un proceso que un instante concreto, más bien fue la suma de una serie de observaciones… me costaba mucho, por no decir que era imposible, salirme de mi papel: todo el día con este boomerang en la mano, escondiendo a mi espalda la bolsa de papel en la que ni siquiera yo sé qué hay, mirando a un punto fijo con cara de estar pensando en otra cosa, la pierna derecha ligeramente adelantada, el peso del cuerpo en la izquierda, el cuello y la espalda erguidos como si un cable invisible tirara de ellos hacia arriba…

- Debe de ser agotador.

- Sí, lo es, ciertamente. No le negaré que a veces me gustaría poder lanzar este boomerang muy lejos y cambiar de vida, pero he oído decir que probablemente vuelva a mí y todo quede igual que antes así que, ¿para qué intentarlo? Así es mi trabajo: cumplo las órdenes del fotógrafo, ¿sabe? Ante todo hay que ser profesional.

- Por supuesto, no le distraigo más. Muchas gracias por la entrevista.

- No faltaba más, a disponer.